Decálogo de la buena educación canina en una exposición

Deberíamos tener más cuidado con los comentarios, actitudes y formas de comportarnos en un ring, las paredes oyen y al final todo se sabe, porque tenemos esa fea manía de criticar al perro del vecino, sin ver que los nuestros tienen tantos o más defectos que los criticados, ya sabemos que nuestros perros son los mejores, que son los que mejor peluquería tienen, los mejores entrenados, los que se mueven mejor.
Que los del oponente son largos, estrechos, que se caen de atrás, que juntan corvejones, que aploman mal y que en el movimiento se desarman, y ese otro perro no digamos ya, si éste o aquel, lleva el rabo agachado o si es tímido.

El vecino ha arreglado bocas, puesto gomas o peor, coloca aparatos.
Que el otro, le da no se qué para que esté más alegre y deje de ser tímido, y no digamos ya los comentarios que hace, eso sí, guarda el gran secreto, que sabe que a aquel perro le han puesto los testículos de silicona, o aquel que dice entre labios, ¡mira! le han dado un muy bueno o un bueno, ¿si es cachorro? y a la primera de cambio, cuando su propietario se despista, abre la boca a dicho ejemplar, para confirmar lo que él ha creído, o  va mas allá, disimuladamente, mete la mano y le toca los testículos para ver cómo es el tacto de la silicona, que el sabe ya que el personaje de turno, le ha confirmado, que sabe de buena tinta, que le han operado.